El jinete del infierno: Adaptación libre del relato original de Juan Luis Domínguez
Juan y su hermano Manuel cuidaban un rancho en las afueras de Monterrey, aquella era su segunda semana en el empleo, esa noche la luz de la luna iluminaba el enorme patio del rancho.
A los pocos minutos se vio como a la distancia caía un rayo, unos segundos después un fuerte trueno los hizo salir del completo estado de calma en el que se encontraban.
La lluvia pronto llegó, los truenos y relámpagos la acompañaban, Juan y Manuel se encontraban bajo un amplio techo que los protegía de la lluvia y los animales aunque inquietos, se hallaban en sus respectivas jaulas, así que estaban protegidos de la tormenta.
Cuando la tormenta se encontraba más violenta con vientos fuertes y espeluznantes relámpagos pudieron observar que por el camino que llevaba directo al rancho se podía ver que alguien iba cabalgando en esa dirección.
Un relámpago iluminó el camino, era como si hubiera caído a un costado de aquella persona. Fue gracias a eso que Juan y Manuel pudieron ver que se trataba de un hombre fuerte, ya que aunque no pudieron verle el rostro por la distancia, si se dieron cuenta de lo corpulento del sujeto. El animal sobre el cual cabalgaba también podía verse enorme, fuerte y con un color negro brillante.
Justo en el momento en que el misterioso hombre aquel entró a la propiedad un espantoso rayo cayó en el patio, causando gran escándalo entre todos los animales, quienes se mostraban más inquietos desde que aquel jinete se acercó al lugar.
Era un hombre de aspecto rudo, con facciones fuertes, su mirada era fría y su semblante generaba una total angustia en quien lo veía. El caballo era negro, completamente oscuro, la luz de los rayos hacía que aquel jinete y su caballo relucieran de una forma macabra.
Juan sin atemorizarse le preguntó que qué buscaba, por lo que el jinete respondió que por órdenes de su amo iba en busca de Eleuterio Morales, les dijo que iba a cobrar una deuda con Eleuterio, y alzó su brazo dejando ver una soga de lazar, la cual llevaba entre el antebrazo y el codo, añadió que esa noche quedaría saldada la cuenta.
Juan quien era un hombre muy discreto no cuestionó sobre el tema de la deuda, incluso le respondió que si deseaba podía esperar ahí hasta que pasara la lluvia. Manuel le ofreció un vaso de vino, y secundo la invitación de Juan a qué ahí esperara hasta que la lluvia cesara. El hombre les dijo que la lluvia la llevaba él, que era un enviado del infierno y estaba en busca de Eleuterio pues debía llevar su alma a pagar su deuda con el Demonio, en ese momento el caballo negro y enorme relinchó ferozmente a la vez que se paraba sobre sus dos patas traseras y resollaba un vapor amarillento que de inmediato inundó el lugar de un penetrante olor a azufre.
Manuel por el horrible terror que aquello le causó no pudo contenerse y se orinó en los pantalones como si fuese el más indefenso de los chiquillos. Juan por su parte le ordenó con fuerza y determinación que saliera de la propiedad, que ahí no había lugar para enviados del diablo; tras decir esas palabras el jinete trepó a su caballo, una vez sentado en él, el animal se alzó de nuevo sobre sus patas traseras relinchando y esparciendo otra vez el vapor de sus fauces; Juan encaró al jinete diciéndole que debía regresar al infierno, que el poder de Dios les protegía y que el diablo y todos sus demonios no tenían cabida en aquella tierra porque era el hogar de una familia católica, que regresara al infierno y que no volviera a salir nunca.
El jinete enfureció y desde el caballo lanzó una terrible maldición al rancho y a sus propietarios, en aquella infernal sentencia dijo:
«Está tierra será maldita y la desgracia caerá en ella y sus moradores».
Juan le dijo de nuevo que se largara al infierno, que se lo exigía en nombre de Dios. El caballo relinchando salvajemente salió a toda velocidad de aquella propiedad, mientras que el jinete carcajeaba de una forma por demás espeluznante.
La lluvia fue cesando a medida que aquel enviado del Demonio se perdía a la distancia. Juan y Manuel después de esa noche comenzaron a decaer en su salud por lo que abandonaron el trabajo, recuperándose gradualmente y achacando sus enfermedades a la maldición que aquel demonio arrojó durante esa terrible noche. Nunca más volvieron a ese lugar, pero se enteraron que gente que empleaban en el rancho era gente que abandonaba el trabajo por problemas de salud todos los animales habían muerto de forma inexplicable y el rancho se encontraba completamente desolado, como si la maldición aquella hubiera bastado para hundir en la desgracia lugar.
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