El relato que a continuación les presento, esta basado en la experiencia personal de un familiar lejano y que varias veces escuché contar por mis padres durante mis años de infancia
La historia que escucharán, ocurrió una mañana de 1958 en Padilla, población que actualmente se encuentra sumergida bajo las aguas de la Presa Vicente Guerrero en el estado de Tamaulipas.
Hortensia era una adolescente de 12 años, rebelde, como todas las niñas de su edad y aunque Matilde, su madre trataba de mantener la disciplina en el hogar, la actitud de Hortensia hacia que se volviera demasiado difícil la convivencia en aquella familia rural.
Esa mañana Matilde la despertó y le dijo que mientras iba a lavar la ropa de su papá y hermanos al río ella debía moler en el molino la masa para las tortillas, ir por agua a la noria, limpiar los nopales y darles de comer a los cerdos que tenían en el chiquero, Hortensia muy molesta le contestó que eran muchas cosas las que le había dicho, que nos las podía hacer y en un tono por demás irrespetuoso le dijo que por qué no las hacía ella.
Matilde demasiado molesta se acercó a ella y le dio un par de bofetadas diciéndole que debía obedecer porque ella era su madre y cuando se casara le agradecería el haber aprendido todas las labores del hogar; la joven con tremendo berrinche le dijo ya quería casarse e irse de esa casa, donde solo vivía miseria que ansiaba dejar el hogar e irse a trabajar a Victoria al igual que su prima fidela.
Matilde le contesto mientras cargaba la ropa que llevaría al río que Fidela era una muchacha trabajadora porque había obedecido a sus padres y era temerosa del castigo de Dios si no era una hija obediente que no podía compararse porque por el contrario ella era una floja y grosera.
Hortensia alzando la voz le contestó que ya se fuera a lavar que ella no era ninguna miedosa, que ella no le tenía miedo ni al diablo.
«Callate la boca Hortensia no sabes lo que dices», le respondió Matilde y salió rumbo al río a lavar la ropa; pasaron casi dos horas y Matilde estaba por terminar de lavar cuando llegaron unos niños corriendo y a decirle que tenía que ir a su casa, pues Hortensia estaba gritando como loca y diciendo que se había metido el diablo a su casa.
Matilde corrió dejando la ropa en el río, las demás mujeres que lavaban la siguieron y al llegar a la vereda que conducía a su hogar vieron como en el patio de su casa un enorme venado “mallugaba” con el hocico a las gallinas y pollos que yacían muertos en el suelo, los niños y las mujeres comenzaron a lanzar piedras al animal para espantarlo, sin embargo este esquivaba las rocas que le lanzaban.
El animal cuando se cansó de burlarse de ellos saltó la cerca de alambre y se perdió entre la lejanía mientras bramaba de una forma estridente y escalofriante.
Matilde pudo entonces entrar a su casa, encontrándose con Hortensia tirada en el suelo, con la cara llena de arañones y golpes por todo el cuerpo, la muchacha llorando desconsolada le dijo que cuando iba a empezar a moler escuchó mucho alboroto por parte de los animales en el patio y casi inmediatamente sintió como alguien la tomó por el cabello y la lanzó sobre la mesa, cayendo posteriormente al suelo y llevándose con ella los nopales que debía limpiar.
Afirmaba que no había podido ver a nadie pero que escuchaba claramente como si un animal bramara cerca de ella y cuando con sus manos se cubría los golpes sintió como si un animal cornudo fuera el que la atacará, por ello había gritado que era el diablo el que se había metido a su casa.
Matilde comprendió las palabras de su hija, ya que ella había dicho que no le tenía miedo ni al diablo, ese había sido un claro desafío para el maligno y sus demonios, recordó lo que decía siempre su abuela: «Ten cuidado, cuidate de los demonios, ellos te observan y siempre están ahí para hacer daño a la menor provocación»
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