El Túnel de la Muerte

RELATOS DE TERROR

EL TÚNEL DE LA MUERTE

César llegó a su nuevo trabajo a las 10 de la noche llevaba dos horas de retraso, estaba seguro que no le permitirían quedarse, pero de cualquier manera se presentó en la construcción de la nueva estación del metro donde había logrado acomodarse como ayudante de albañil en el turno de nocturno.
Al llegar solo se encontró a señor que se identificó como Humberto, quien le dijo que el arquitecto se había llevado a todos los trabajadores a la otra obra y que le había dejado a él ahí para abrir una zanja en mitad del túnel, le pidió que le ayudará y que a cambio le diría al encargado que su retraso había sido solo de unos minutos y no de dos horas.
César accedió y comenzó a excavar con la  ayuda de un cincel y un mazo que Humberto le facilitó, le preguntó su nombre y el motivo por el que había llegado tarde, a lo que le respondió que su esposa estaba en días de dar a luz y que eso le había hecho perder tiempo, ya que presentaba malestares que parecían ser propios del parto, pero al final todo eran falsas alarmas.
Humberto se sentó sobre una loza grande que habían logrado remover del concreto, su semblante era el de una persona muy fatigada, sus ropas sucias por la tierra y el polvo de la construcción se veían empapadas de sudor, César se dio cuenta y le dijo que se tomará unos minutos, que seguiría cavando para hacer rápido la tarea, le dio la espalda y con la pala comenzó a sacar la tierra del pozo que ahora ya era más profundo.
- Que cansado se hace cuando llega la noche – exclamó Humberto. César que era un joven que no llegaba ni a los 20 años le preguntó que cuál era su edad, asumía que por su físico debería tener 40 o tal vez los 50; continuaba haciendo la zanja pero Humberto no respondió; por lo que se tomó un respiro y giró para preguntarle de nuevo; para su sorpresa su compañero no estaba ya en ese lugar, de pronto a lo lejos entre lo oscuro del túnel escucho la voz de Humberto diciendo: “Tenía 47 años, la noche en que morí”.
La angustia se apoderó de César quien era un joven supersticioso, soltó la pala y comenzó a juntar sus cosas en la mochila que llevaba, de pronto todas las luces se apagaron y el túnel se quedó en total oscuridad, un viento sopló fuertemente dentro del túnel haciendo que la tierra que había sacado del pozo se levantara y le cayera en los ojos; se cubrió la cara y protegiendo su vista levantó su mochila usándola como escudo para proteger su rostro del terregal que se había levantado.
Comenzó a caminar hacia la salida sin voltear hacia atrás, tras varios pasos sintió como una mano lo tocó por el hombro y le dijo – No puedes salir sin antes terminar lo que empezaste – giró aterrorizado pero no vio a nadie, sin embargo sabía que no era un sueño ni nada que hubiese imaginado.
Las luces del túnel volvieron unos segundos y de nuevo comenzaron a encender y apagarse, sin dudarlo más corrió hacía donde estaba el acceso por donde había llegado, sin embargo pudo darse cuenta que no se encontraba la escalera que lo llevaba a la superficie. Siguió avanzando esperando encontrar otra salida pero nada daba resultado, se detuvo y presa de la desesperación gritó “¿qué es lo que quieres de mí?”; la voz contestó con mucha firmeza “debes terminar lo que empezaste”.
César no entendía que era la que le pedía la voz, sin embargo analizó lo que había hecho desde su llegada al lugar y comprendió que la única cosa que había empezado y podía terminar era la excavación de la obra, miro alrededor y se dio cuenta que estaba justo a un costado del pozo, como si lo que hubiese corrido no lo hubiera hecho, en el suelo estaban las herramientas que necesitaba, así que sin titubear de inmediato continuo excavando.
Tras un largo rato cavando se dio cuenta que entre la tierra se veían huesos humanos, continuo pero con más precaución para evitar cometer un error; entre los huesos pudo ver claramente un reloj antiguo y demasiado pesado, además de unas monedas doradas, no tardó en suponer que ese fantasma era en realidad el guardián de algún tesoro, por lo que su miedo de pronto se volvió ambición y siguió sacando tierra de la zanja, sin importar que removiera por igual piedras o huesos.
Un fuerte hedor comenzó a inundar el lugar, sin embargo no le dio importancia, él suponía que esa peste era provocada por el oro que estaba por desenterrar. El olor se intensificó provocando que comenzara a asfixiarse dentro del túnel, intentó salir del pozo pero se dio cuenta que la profundidad superaba ya su propia altura, no se había dado cuenta de lo hondo del hoyo en el que se encontraba.
Un remolino se formó dentro del pozo y atrapó a César impactándolo contra el techo del túnel y posteriormente contra el suelo, privándole de la vida al instante.
Transcurridas varias horas un empleado del metro pasó por el lugar encontrando el cuerpo inerte sobre un charco de sangre, con su radio comunicador llamó a la oficina y reportó lo siguiente: “adelante central… reportando un cuerpo sin vida en el túnel de la muerte, el tercero en lo que va del año, sigan el protocolo que ya conocen para evitar que se sepa algo de este difunto”.
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