La Casa Sin Puertas


Marcos había vivido sus primeros años de vida en la casa de abuelos en Abasolo en el estado de Nuevo León pero a los 5 años por la profesión de su papá tuvo que irse a vivir a Reynosa Tamaulipas, en ese lugar creció, estudió y vivió los mejores años de su vida en compañía de su pareja quien trabajaba como policía hasta el día que murió en una balacera frente a un grupo criminal.

Tal situación le causó una profunda depresión a Marcos, quien por recomendación de su médico decidió cambiar de residencia y volver a Nuevo León, de principio tuvo en mente buscar una casa en la capital del estado, pero su ahorros no le permitían darse el lujo de comprar una casa. Así que no dudo en echar mano de la propiedad que sus abuelos le habían heredado, después de todo era una construcción antigua pero bien hecha, con amplios jardines, varias habitaciones y en el centro también del poblado, que aunque el ritmo de vida de Abasolo no se comparaba con el de Monterrey, el hecho de vivir en el centro le daba cierta tranquilidad al saberse bien ubicado.

Al llegar a la casa tuvo una mezcla de sentimientos encontrados, ya que recordaba muy vagamente algunos pasajes de su vida pero tenía muy presente lo feliz que fue de niño ahí. Bajó de su camioneta y sacó de la guantera varías llaves, de entre todas una abrió el candado que tenía la puerta, entró y vio que la casa se encontraba como si el tiempo no hubiese pasado por ella. 

De momento sólo traía una maleta, ya que la mudanza que contrató llegaría al día siguiente con todos sus muebles, por lo que cerró la puerta por la que entró y abrió un cuarto muy grande, era la cocina, en ella estaba un amplio comedor empolvado. Hacia dentro de la casa estaban las habitaciones, así que dejó su maleta, salió a la banqueta y se sentó en el suelo, el nivel de la calle de adoquín estaba por debajo, así que más que banqueta parecía una banca, frente a la casa estaba una vivienda que le llamó la atención, era una casa rosa con dos ventanas al frente pero sin puertas. Ese factor le intrigó, supuso que tendría la entrada por la otra calle, sin embargo al momento recordó que por atrás pasaba el cauce de un riachuelo, por lo que en esa calle terminaban las viviendas.

Del bolsillo de su pantalón sacó el teléfono y se dio cuenta que no tenía señal, por lo que se sintió aliviado al saber que estaría sólo y tranquilo, sin nada que le desviara de su objetivo de iniciar desde cero una nueva vida.

Frente a él se detuvo un joven adolescente de aspecto rudo pero gesto amable, bajó de la bicicleta su camiseta blanca dejaba ver el cuerpo fornido del chico, quien extendió su mano y saludo a Marcos, presentándose como Jacinto Molina y preguntando si era el nuevo dueño de la casa.

Marcos le explicó que la casa era herencia de sus abuelos y que recién había decidido habitarla, Jacinto se sentó junto a él y le preguntó que si no le daba miedo vivir frente a La Casa Sin Puertas, a lo que contestó que si esa que estaba enfrente era la casa sin puertas y la señaló con la mano, por lo que Jacinto de inmediato le tomó el brazo para evitar que apuntará a la casa y le dijo que no debía hacer eso, que ahí había sucedido una gran tragedia y que la única forma en la que se pensó que podían evitar que siguieran las desgracias era encerrando el mal en la casa clausurando la puerta y dejando 4 paredes.

Con total incredulidad Marcos preguntó cuál había sido la tragedia, - Un hombre trajo al diablo hasta aquí y causó la muerte de muchos inocentes – respondió el muchacho.

Aún escéptico pero motivado a charlar con alguien que le contara algo diferente, le dijo que le platicara la historia, ya que al parecer estaría en riesgo al estar tan cerca de un lugar endemoniado, esto último lo comentó con cierto sarcasmo, pero Jacinto le vio directo a los ojos y le respondió que no era tonto, que se daba cuenta que no le creía y que incluso sentía que lo estaba usando de burla.

Marcos apenado le toco el hombro y le dijo que lo disculpará si lo había ofendido pero que en realidad si tenía interés en saber la historia. Jacinto tomó una piedra y la lanzó a mitad de la calle y dijo:

“Dicen que hace como 50 años, allá por los 70’s, un chavillo llamado Filiberto se fue al otro lado de mojado, tenía 17 años, su familia era muy pobre, pero a pesar de eso sus papás no le dieron permiso de irse a probar suerte a las piscas, así que los desobedeció y se lanzó a la buena de Dios, a la familia le comenzó a ir muy bien, la gente decía que hasta esa casa llegaban mensajeros a dejar centenarios, al principio fueron la envidia de todo el pueblo, pero la gente comenzó a notar algo muy raro, los mensajeros llegaban a esa casa pasadas las 10 de la noche y al siguiente día por la mañana se sabía que alguien del pueblo amanecía sin vida”.

Entretenido más por lo bien contado de la historia que por darle un poco de veracidad Marcos se mantuvo en silencio y atento al relato que Jacinto le hacía y que por la manera tan fluida en la que lo contaba daba la sensación de repetir la historia con mucha frecuencia.

Jacinto miro al cielo, que ya empezaba a hacerse muy oscuro por la ausencia de luz de día y las lámparas de las calles empezaban a encenderse. – Sígueme contando, no me dejes así picado – dijo Marcos.

“De primero la gente no relacionó las cosas, pero al darse la tercer coincidencia la gente empezó a murmurar que mientras que el viejo Pascual y su esposa Arnulfa iban a la casa de don Francisco Janeiro a que les cambiara el centenario por dinero otros iban a dejarles sus chivas y gallinas para que les diera unas monedas para enterrar a sus muertos, así siguieron llegando centenarios a esa casa a la vez que seguían muriendo personas. Pasaron casi 3 meses y todo seguía igual, el rumor llegó hasta los oídos del padre de la iglesia, así que decidió visitarlos un martes por la noche, ya que el mensajero llegaba siempre en martes. Pascual y Arnulfa se sintieron muy contentos de recibir al padre en la casa, lo invitaron al cenar, el sacerdote estuvo en la casa hasta pasadas las 11 de la noche y no llegó el mensajero y al siguiente día tampoco hubo un muerto, en el pueblo se dijo que el padre había sido quien había salvado a todos de la muerte, ya que habían llegado a un punto de histeria en el que todos tenían temor a que llegaré el martes”.

Con asombró Marcos le dijo a Jacinto que era un excelente narrador, que lo tenía muy interesado en la historia, el joven se sonrojó ya que muy pocas veces en la vida alguien le había reconocido un talento aparte del de ser madrugador.

“Dicen que el padre Rubén decidió volver la siguiente semana pero no llegó a la casa, se quedó a una distancia prudente para no ser visto por los moradores pero si para poder ver al mensajero, después de las 10 de la noche llegó un sujeto y tocó la puerta, doña Arnulfa salió y le recibió el centenario, le agradeció y cerró la puerta, el hombre se fue caminando por la calle en la penumbra, el sacerdote de inmediato lo siguió, así caminó tras él hasta llegar a mitad de la nada entre el monte donde solo la luz de la luna les alumbraba; el padre sintió el viento más frío y comenzó a escuchar sonrisas y murmullos. Como era un hombre de fe tomó el rosario que llevaba al cuello, lo alzó hacia el frente y dijo que no tenía miedo, que Dios lo protegía del mal. Después de decir esa frase a mitad del camino se formó un remolino de humo, de ahí salió un hombre alto, fornido y musculoso, por la oscuridad de la noche no se veían sus ropas ni tampoco su cuerpo con claridad, sin embargo el padre supo que era un demonio por el fuerte olor a estiércol y porque las cuencas de sus ojos eran rojas, en su mano izquierda llevaba las cabezas de las personas que habían muerto cada martes cuando los padres de Filiberto recibían un centenario; este demonio lanzó sobre los pies del padre las cabezas, manchándolo de sangre”.

Jacinto hizo una pausa en su relato y le preguntó a Marcos si le creía o pensaba que eran solo inventos, por lo que este le respondió que no creía que la historia fuera real al 100% sin embargo no dudaba de lo que le contaba, ya que era una leyenda que seguramente era popular entre los habitantes de la localidad; le pidió además que continuará con la historia pues ya quería saber cómo había terminado todo.

El joven miró de nuevo la casa sin puertas y añadió:
“El padre Rubén regresó a la iglesia, completamente enloquecido, e instó a los habitantes a que mataran a Pascual y a su mujer ya que según él esos centenarios era el pago de un pacto satánico entre Filiberto y el demonio, a cambio de esa riqueza uno a uno morirían los lugareños, la gente le creyó y llegaron hasta esta casa, matándolos a machetazos. Ninguna ley hizo justicia, así pasaron 6 años, el tiempo siguió avanzando, todos se volvía más viejos y enfermos, todos menos don Francisco Janeiro. El día que se cumplían exactamente 7 años de la tragedia un empleado del ranchero llegó a la iglesia y le dijo al padre que su patrón quería confesarse, pues estaba muy delicado”.

Sorprendido cada vez más por las habilidades narrativas de Jacinto, Marcos le dijo que si aún faltaba mucho para saber el porqué de las cuatro paredes; por tal razón el joven le dijo sereno, que ya se acercaba el final y prosiguió con el relato.

“El padre Rubén llegó a la casa de don Francisco, en su lecho de muerte él le reveló que Pascual y Arnulfa eran inocentes de sus acusaciones, y que Filiberto jamás había hecho un pacto con ningún demonio y que tampoco se había ido a Estados Unidos; le confesó que Belen su joven esposa había convertido a Filiberto en su amante y que cuando él se entero fue porque ella le dijo que estaba embarazada del chico, por lo que lleno de rabia lo asesinó y echo su cadáver descuartizado a la noria haciendo lo mismo con su infiel esposa, posteriormente cuando recapacitó supo que pasaría sus últimos días en prisión, por lo que pensó en sobornar a la autoridad, sin embargo en ese momento se materializó frente a él un demonio; este le ofreció hacer que los infieles pagaran su traición a cambio de las almas del pueblo y de más riqueza de la que ya tenía. Don Francisco con la voz cada vez más entrecortada por la agonía le explicó que el demonio le había dicho que su riqueza se acrecentaría, que por 13 semanas consecutivas recibiría ganado y oro puro, fue ahí cuando el padre entendió que el ganado era de los deudos de los muertos, cuyas almas eran secuestradas por el demonio y que el oro llegaba hasta ahí de manos de los padres de Filiberto”.

Marcos sintiendo que la historia llegaba a su fin le dijo que eso cómo explicaba que la casa no tuviera puertas, a lo que Jacinto le respondió que ya se acercaba el desenlace y prosiguió con la parte final del relato.

“Don Francisco le dijo al padre que él siguió al mensajero una semana antes de que se cumpliera el pacto, y que tal intromisión había hecho enfadar al demonio, por lo que decidió valerse de él y de sus feligreses, por lo que decidió poseerlo para hacer que el pacto se cumpliera, pues justo con las muertes de Pascual y Arnulfa se completaban las 12 almas que el demonio necesitaba para liberar el mal en el pueblo y que por ello las tierras se habían vuelto infértiles y las sequías habían azotado a la comunidad en los últimos años; tras decir eso el hombre murió, el padre le dio la absolución, pero consternado por haber sido el instrumento del diablo para tanta tragedia vino hasta la casa y colgó. Desde entonces en esa casa se comenzaron a ver las ánimas del padre Rubén y de Pascual y Arnulfa, el nuevo sacerdote que mando la iglesia sugirió quitar la puerta y poner cuatro paredes para evitar que el mal que habitaba esa casa pudiera encontrar alguna forma de salir, esa es la historia de la casa sin puertas”.

Marcos impresionado  por la complejidad de la historia le preguntó que como sabían lo que el hombre moribundo le había dicho al padre, Jacinto se puso de pie y le dijo:

“El demonio también estuvo presente ahí junto al padre y don Francisco, estuvo presente y poseyó a Belén para hacerla seducir a Filiberto, poseyó al hombre engañado para que matara a sangre fría a su mujer y al amante y poseyó al padre para hacer que los habitantes mataran a Pascual y Arnulfa, el demonio nunca se ha ido, ahora está aquí”.

La silueta de Jacinto se difumino en la oscuridad y Marcos quien seguía sentado levantó la cara y vio como el rostro de Jacinto cambiaba de ser un jovencito a un hombre mayor y sus ojos se volvían rojos como de fuego, lo tomo por el cuello, lo levantó en el aire y con la fuerza de su mano le rompió el cuello y agonizando lo dejo caer al suelo de adoquín junto a la bicicleta, un remolino de humo negro se levantó alrededor de Jacinto y en la nada se desapareció.

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