Deuda Pendiente

Aquella tarde la lluvia había provocado que la alegría de Amelia por llegar a su nuevo departamento de renta se volviera fastidio y molestia al verse totalmente empapada y con algunas tareas escolares inservibles a causa de la tormenta.
Amelia había nacido en Santiago Nuevo León, pero desde los 16 años había vivido sola en Monterrey, ya que por la acomodada posición económica de su familia, sus padres habían decidido que estudiara en la zona metropolitana del estado.
Al subir por los escalones del edificio donde estaba el departamento que había rentado, vio a una pareja de ancianos sentados en unas mecedoras afuera de su casa, lo que le hizo pensar –Estos viejitos parece que no captan que el espacio entre las escaleras y las paredes es muy pequeño y todavía salen a estorbar- justo en el momento en que iba a darles las buenas noches, sonó el timbre de su teléfono, porque lo que buscó entre sus cosas y siguió caminando, perdiendo así, la intensión de dar las buenas noches a la pareja.
Al ver en la pantalla de teléfono que quien le llamaba era su amiga Mariella, dudó por unos momentos en contestar, pero finalmente tomó la llamada y le preguntó qué necesitaba; Mariella le respondió que había olvidado en la facultad una USB, pero que ella la tenía, y se la daría el siguiente lunes, Amelia agradeció y colgó, al tiempo que se dio cuenta que había seguido caminando por la escalera sin darse cuenta, hasta el punto de pasarse dos pisos más. Se sintió una tonta por su distracción y bajó hasta el tercer piso, que era donde se encontraba su departamento.
Al llegar a su departamento abrió la puerta, a la vez que la vecina de al lado también, era una mujer guapa, delgada, alta y de unos 40 años, su atuendo era un elegante vestido, del departamento salió un hombre quien se despidió de la mujer diciendo – Le agradezco mucho Violeta, que haría sin su ayuda – La mujer asentó con la cabeza y al darse cuenta de la atención que tenía de Amelia le dijo – Buenas noches hija – mientras el hombre subía a los pisos superiores del condominio.
Amelia le ofreció la mano a la mujer para saludarla, pero esta solo dijo:
“No saludo de mano hermosa, hay energías que se transmiten de persona a persona y pueden contaminar el espíritu”
Amelia, que se consideraba una mujer de ciencia entendió que la mujer era supersticiosa, pero al haber sido educada en un ambiente rural con su familia, comprendía las creencias de las personas.
Amelia le respondió a Violeta que la entendía, que no se preocupara y que ella sería la nueva inquilina y que esperaba pudieran tener una buena relación como vecinas y amigas, Violeta dijo que le daría mucha alegría ser amiga de una niña tan guapa y tan educada; antes de entrar a su casa, Violeta le preguntó a Amalia que quién era el chico que le estaba acompañando y que se fue mientras platicaban.
La joven contestó que con ella no iba nadie, que tal vez se había equivocado, pero Violeta le dio una frase que causó desconcierto – Viene contigo, te acompaña desde hace mucho tiempo, lo traes desde que saliste de Santiago– Amelia, incomoda con el tema le respondió con un simple buenas noches y le dijo que tendría que entrar a su casa a cambiarse o se enfermaría.
A la mañana siguiente Amelia despertó y notó que el sol ya entraba por la ventana, de inmediato se incorporó y vio que el reloj marcaba las 11:45 de la mañana, pensó que era imposible que hubiera dormido tanto tiempo sin despertarse por la alarma del teléfono, buscó el aparato y lo vio completamente descargado, se dijo a sí misma que aprovecharía el día para acomodar todas sus pertenencias, además los sábados siempre eran días más relajados que el resto de la semana. Conectó su teléfono a la luz, encendió su computadora para poner música, se percató que tenía poca carga en la batería y la conecto también, comenzó a ordenar las cajas con ropa y artículos que la mudanza había llevado un día antes por la mañana.
La música se apagó, fue a ver la computadora y se dio cuenta que no estaba cargándose, revisó el teléfono y lo mismo, fue cuando comprendió que no tenía energía eléctrica el departamento. Se puso unas sandalias y salió, tocó la puerta de Violeta, nadie respondió, pero vio que estaba entre abierta, desde adentro escuchó la voz de la mujer que le dijo – pasa hija– Amelia entró a la casa, siendo un altar con veladoras oscuras y rojas lo primero que vio, siguió caminando y encontró una mesa con más veladoras y hierbas.
Violeta salió de una habitación que estaba al fondo, y le dijo – Ven, justo ahora estoy leyendo las cartas, te gustaría que te las lea– Amelia le dijo que no era asidua a ese tipo de cosas, sin embargo Violeta, logró convencerla.
De la bolsa de su vestido, la mujer sacó un juego de cartas y se sentó frente a Amelia, indicándole también que tomara asiento, Amelia notó que al costado lateral de la izquierda estaba un espejo grande, tan alto que casi llegaba al techo de la casa, le preguntó a Violeta  el por qué tenía un espejo tan grande, a lo que respondió que era para ver quien acompañaba a las personas que iba a sus lecturas de cartas.
“Mira, conmigo viene gente muy atormentada por diferentes males, en ese espejo queda atrapado todo problema, no hay nada que no pueda reflejarse en él y encontrar su lugar si ahí pertenece”.
Amelia, le miraba con respeto a lo que decía pero no creía nada, Violeta le dijo – No me crees, a pesar de que tu abuela se dedicó a lo mismo que yo y gracias eso ahora tienen esa opulencia que tú has disfrutado siempre – La joven le preguntó que qué sabía de su abuela, la mujer le respondió diciendo que para ella nada era desconocido y que el hombre que había visto anteriormente junto a ella era un demonio que esperaba cobrar una deuda del pasado.
“Cómo que un demonio, una deuda, señora Violeta, no me diga eso que yo no soy ninguna ingenua” respondió la chica.
“Porque sé que no eres una ingenua es que te lo digo, tu destino está marcado por la ambición de tu abuela, doña Esperanza Arguello hizo una invocación muy delicada allá en La Chueca, cambio la pobreza que sabía se avecinaba por riquezas a cambio de 10 años de servir incondicionalmente, con lo que ella no contaba es que sería llamada a Juicio antes de poder cumplir su parte del trato, quien pacta con el diablo no tiene forma de huir sin cumplir su parte” respondió Violeta.
Amelia se levantó de la silla diciéndole que no entendía como sabía el nombre de su abuela, pero como juego todo había ido demasiado lejos y que así como ella respetaba sus costumbres y creencias, ella debería respetar la información que supiese de ella.
Violeta con una sonrisa malévola le señaló con la mano hacia el espejo, Amelia giro su cabeza y al ver su reflejo, se dio cuenta que tras ella podía verse una silueta masculina, entre las sombras y la penumbra de la habitación que solo se iluminaba por las veladoras que había en los altares y en las mesas. Instintivamente volvió a ver a Violeta, pero para su sorpresa en el lugar solo estaba ella, las cartas comenzaron a levitar, Amelia escuchó un crujido y se dio cuenta que era el espejo que se estaba estrellado, a la vez que la silueta que ella veía, cada vez se dibuja más quedando más y más detallada.
Amelia, se dirigió a la puerta velozmente, pero escucho que el cristal se quebró, al tiempo que veía atónita como una figura masculina salía del espejo como si se tratara de una puerta que alguien estuviera atravesando.
Al querer abrir la puerta, sintió y hierro de la chapa caliente, por lo que lo soltó de inmediato, miro por la ventana y se percató que al otro lado de la casa, estaban de nuevo los ancianos que había visto una noche antes,  los vio quietos, impasibles, meciéndose, avanzaron hacia la puerta con una sincronía espectral, Amelia les gritaba que la ayudaran pero ellos no respondían.
Aunque la joven gritaba desesperada por ayuda, a las afueras del departamento no podía escucharse nada, era como si la casa de Violeta hubiera sido construida a prueba de ruido. Amelia sintió una mano fuerte oprimiendo su cuello, esa fuerza le impedía gritar o hablar, cerró los ojos y fue como si al momento de cerrarlos sintiera que la fuerza de esa mano la liberara, pensó que se trataba de una pesadilla, así que abrió los ojos, al momento gritó con espanto, ya que ahora ella estaba dentro del espejo, y desde el cristal podía ver la casa de Violeta.
Mientras ella golpeaba el espejo intentando salir, Violeta salió del cuarto del fondo, acompañada por los dos ancianos. Amelia no entendía lo que ocurría, pero sabía que no se trataba de ninguna pesadilla.
“Las deudas siempre, tarde o temprano son saldadas, nadie juego conmigo. Este par de viejos fueron el sacrificio que tu abuela me ofrendó para tener riquezas, oro, tierras fértiles y poder, pero el trato pactaba diez años de sacrificios y no se cumplieron, sus almas fueron condenadas al infierno por la ambición de Esperanza, pero tras su muerte estos miserables comenzaron a penar en tu casa, siempre estaban ahí, e irían contigo a todas partes, por ser descendiente de la mujer que los arrojó al infierno, a donde tú vayas ellos te observan tu padre lo sabía y por eso quiso ponerte a salvo, pero de nada sirvió, ahora tú serás quien cierre la cuenta pendiente”.
Tras decir esas palabras Violeta comenzó a evaporarse en la oscuridad del departamento, hasta convertirse en humo, Amelia dentro del espejo percibió un fuerte olor a azufre, ese mismo olor la hizo caer, al tiempo que perdía el sentido.
Dos días después de lo sucedido Mariella, tocaba la puerta del departamento de Amelia y cuando estaba por irse, Violeta abrió su puerta y tras saludarla le dijo que, la joven que ahí vivía se había ido de vacaciones con su abuela, quien había ido por ella la mañana del sábado anterior y que le había pedido que le avisara a todos sus amigos que podían dejarle a ella cualquier recado.
Mariella le pregunto si sabía que día volvería y si podía dejarle la USB que le llevaba, a lo que Violeta contestó:
“No creo que lo necesite amor, ella y su abuela tomaron un viaje muy largo y mira,  es más, tu pronto partirás con el mismo destino alcanzándolas”.

Imagen Cortesía: Gad López / https://www.instagram.com/p/Bk3HW9ABreB/?taken-by=gad.mty

 

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